miércoles, 25 de enero de 2012

"Siento como el abismo engulle.
La propicia hora ha llegado: resuena el aleteo, esta vez atroz, arrogante y desquiciado.

Antaño punzante, ahora venerado, esperado, y sin complejidad alguna para mi azul acuoso.
Tardaba en sedarme, en espantar los demonios de la realidad, dejándome inmune ante lo que podría acontecer, no me importa, no existe...
Resuenan, inmensos, ahogando mis lágrimas, ya no se merecen.
Hasta la ténue luz me permite vomitar entrañas que habían desaparecido, se multiplica, es el, ha regresado.

Me aplasto.
El cristal se rompe... caigo.
De nuevo donde habitaba siempre la razón, carcomiendo la mugre de un mundo en cenizas que no se restaura, no merece, pues no existe para la realidad nada peor que el terror a lo no visible, es efímero el pensamiento...
Me sumerjo, el abismo me engulle, la oscuridad me acuna, ya no existe nada.
Aquella Nada que me consumió, que me arropó cuando creí encontrar la razón al cristal onírico... únicamente ha quebrantado y alargado la estabilidad ficticia... velos de ignorancia... como todo.
Vuelvo a mi lecho de hojarasca muerta, así podré perderme en la inestabilidad del espacio vacío".


                                                                                                                                           N.

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