jueves, 12 de enero de 2012

La vida se nos muestra ante las manos como algo preciado, dichoso de nuestros propios pensamientos, hemos de cuidar la integridad de nuestra propia persona para poder convivir con nuestro propio ego... pshé ¿a quíen le importa eso?.

Es más rudimentario, más efímero poder autodestruirnos, simplemente para tener una dichosa excusa; aquí encontramos el primer obstáculo, la cruda realidad, ese cristal tintado que nunca deja ver lo que hay detrás: pensamientos, ilusiones, mentiras, reglas... todo un rizo que no podemos obviar.... al que no podemos escapar.

La separación entre la mente y el cuerpo es dura, pero, creerme, necesaria para poder alcanzar la primera verdad, no hay más secreto que el que nosotros queramos ocultar, no hay más mentira que la que nosotros queramos creer, todo ello blindado con dolorosas ilusiones, las cuales, podemos romper... liberando la vida, la mente... el alma al plácido dolor, desdichado cabrón que tanto nos corrompe.

Más tarde me despertaré, sentiré como la agobiante luz del día me obliga, me aplasta... y yo solo quiero vomitar, vomitarte en las entrañas para que veas que todo es necesario para poder seguir abriendo los ojos, que el respeto que poseo hacia lo inevitable me obliga a esquivarlo, me obliga a llorar, a gritar... a agonizar, pero eso tu, quizá no lo entiendas.
Solo quiero ver la eternidad derrochando lágrimas en tus manos, viajando de la mano a Saturno... solo quiero volar de esta cárcel que hemos inventado.


                                                                                                                                               N.

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