lunes, 24 de septiembre de 2012

"Realmente, al enfrascarse en la elección de continuar a pie decidimos qué, cuándo y dónde habitaremos el resto de los días.

Es complicado el seguir pensando que llegados a este punto seremos capaces de distinguir si lo demás será sencillo, pero más lejos de la realidad todo se vuelve más complicado.
Para bien o para mal demasiados caen en el eterno giro de la impotencia y el desdichado que cree ser feliz, aun pensando que realmente el no sentir nos hará más puros.

La deformidad que sufre nuestro entorno al privarnos del dolor es, por consiguiente, lo que debería entrar en normalidad, pero para poder realmente existir, ya no físicamente si no, quizá, 'metalmente' se debe sentir ña inexistencia de lo físico.
Supongo que después de sufrir a escondidas el vacio intrínseco que deforma la realidad se hace notorio el que la Nada es lo más habitable.
A pesar de ello jamás se deja de sentir, ni el sopor de la monotonía te puede arrebatar el que, accidentalmente se intente valorar lo que nos depara otro día vacio.

Para poder coexistir con la continuación de la realidad hay que habitar, de manera  prolongada en la desesperación, haciendo de ella un fuerte camino hacia el cumplimiento mental que debe ser constante, como si hablaramos de otra monotonía, pero dada a la sabiduría propia.
Realmente todo es palabrerío, a todos nos afecta el dolor por igual, la adicción a éste siempre se manifiesta de manera diferente... pero la monotonía creo que puede llegar a producir tal patología que a penas dejaría hueco para la voluntad egoísta."


                                       N.